Konvergencias, Filosofía y Culturas en Diálogo. ISSN 1669-9092 |
KONVERGENCIAS LITERATURA Año I Nº 2 Abril 2006 |
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CHILES Y POMADAS (de Ocasión y
Fortuna, Rubén Soto Rivera) Salvador Mendiola (Argentina) |
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Rubén Soto
Rivera es un pensador intemporal. Lejos de modas y de lo efímero. Su pensar
produce conocimiento duradero; es filología, amor por las palabras; ciencia y
arte de la lectura lenta. Cuida lo que funda el tiempo. Excéntrico. Soto Rivera es boricua; es
decir, nació en Puerto Rico, el 19 de enero de 1959; y voluntariamente
expresa, con su lúcido pensar de filólogo, el ser universal de la
sociocultura de Borinquen, la Perla del Caribe. Que, ya así, también es la
sociocultura hispanoamericana donde ocurrimos. Y esto, dar lustre a las
palabras, Soto Rivera lo hace muy en serio. Formado por completo en la
Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, este doctor en filosofía
ha publicado ya varios libros y comienza a viajar a distintos países hispanos
para presentar sus investigaciones en importantes congresos de su
especialidad, como, por ejemplo, el que cada dos años organiza la Universidad
de La Plata en Argentina. Desde su ser insular y universal, desde
su rareza latinoamericana, Soto Rivera interpreta textos clásicos con un
punto de vista propio, diferente, diverso. Hace lo mismo que Friedrich
Nietzsche, por ejemplo. Aunque, por ello, su pensar no es exactamente
nietzscheano. Porque Soto Rivera hace el esfuerzo real de no dejarse atraer
por la episteme o falsa conciencia
espectacular de la filosofía actual, que todo lo quiere reducir a nihilismo
compulsivo, mera nada que de(s) construida parece gran nada. El doctor Soto Rivera, paciente,
estudioso, piensa y escribe en castellano, y lo hace fundado en los saberes
del griego y el latín clásicos. Piensa, por así decirlo, el corazón de
Occidente, el humanismo clásico. Más que una tradición, más que una
civilización, pues, bien visto, nos envuelve por completo. La memoria sabia
que transmite un amplio conjunto de textos escritos con el alfabeto, este
tipo de letras y su gramática. Que, entonces, es una memoria que se piensa
más allá de sí misma, en contra de sus contradicciones, para tratar de ser de
verdad lo que desea: justicia y verdad, equidad y verdad, democracia y verdad. Ni se dude, el pensamiento de Rubén Soto
Rivera pertenece al subterráneo contracultural de Nuestra América. Piensa lo
universal en castellano. Sus libros en edición del autor, hasta
donde entiendo, todavía no llegan a nuestras librerías; eso quiere decir que
no están hechos para el supermercado editorial que prácticamente todo lo
importa todavía de la metrópoli, es decir, de España. Casi nunca traemos
libros de Puerto Rico. Sin embargo, basta con teclear su nombre en cualquier
buscador de internet para acceder a su espacio en la red, donde es posible
encontrar completo su pensar. Filología ultrabarroca. Porque es un
pensar de verdad muy refinado. Saber para unos cuantos; pero que perdurará
por siglos, dando forma y contenido al
saber en sí. Lo que todo mundo debe saber. Conocimiento acumulado y bien
añejado, por ello se piensa fuera del tiempo. Sin sujeto trascendental, es cierto;
pero con un objeto universal. Gran acumulación de certezas. De eso trata la
obra filológica de Soto Rivera. Una vez más demuestra que tiene sentido
pensar, porque todo sentido humano se funda en tener que pensar. Riguroso, él denomina su corriente
filosófica como “ocasionismo”. Así plantea la conveniencia de reconocer la
verdad: la finitud humana hace imposible el saber absoluto. Siempre nos falta
saber algo, nunca podemos llegar a saberlo todo. De allí la necesidad de
pensar realmente con cuidado y en forma responsable. Reconociendo que nos
envuelve el azar y el caos, por más que parezca predominar un orden, ese
orden siempre es un reflejo de nuestro pensar, sólo eso, un reflejo de
nuestro deseo de que haya orden. Porque, una vez bien visto todo, nada
definitivo y claro podemos decir sobre el ser del universo donde nos
encontramos. O lo único cierto y claro es que nos vamos a morir, que todo es
finito dentro de lo que parece ser por completo infinito. Lo demás, es tener que vivir día con
día. Tener que hacernos responsables de nuestra existencia en medio de los
azares de la fortuna. Aprender a ser prudentes y saber medir la ocasión, para
lograr aprender a la suerte, que es calva, aunque tiene un mechoncito de pelo
colgándole por la frente. Que es lo que debemos atrapar en el momento debido,
en ese instante que los griegos llamaron “kairós”, o sea, “la ocasión”. En este momento, después de fundar su
reflexión filosófica en las fuentes clásicas de Occidente, Soto Rivera la
conduce con cuidado hacia la interpretación de un autor hispano, Baltasar
Gracián. Quizá el autor del siglo de oro que mejor puede ingresar en el mundo
actual, tan hecho al espectáculo y el simulacro. Gracián, un autor que, bien
leído, anuncia y realiza mucho de lo mejor de Kant y la ilustración, lo mismo
que supera con creces a Derrida y los de(s)constructores retóricos. De allí
la conveniencia de recuperarle desde nuestra experiencia periférica, es
decir, desde Nuestra América. Como lo hace Soto Rivera en Ocasión y Fortuna en Baltasar Gracián
(Puerto Rico: Publicaciones Puertorriqueñas Editores, 2005).
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