Konvergencias, Filosofía y Culturas en Diálogo. ISSN 1669-9092 |
KONVERGENCIAS LITERATURA Año I Nº 3 Septiembre 2006 |
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CONVERSANDO
CON PAULO LINS:
UN PORTAVOZ DE LOS EXCLUIDOS Traducción: Cristina Roganti
(Argentina) |
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Paulo Lins estará nuevamente en las lides literarias a partir de este año (2006), ocho años
después de haber interrumpido su carrera por causa del suceso editorial y
cinematográfico de Ciudad de Dios.
Dicho suceso anuló toda tentativa de retomar el trabajo de novelista y lo
llevó a dejarse tentar por la creación de guiones de cortos y largo metrajes. Según ha declarado, ahora se va a sentar para escribir una novela
sobre la historia de la comunidad negra de Río de Janeiro en el siglo pasado,
desde la percepción del personaje central, una joven negra que aborda el tema
al intentar focalizar, en su tesis de maestrado,
cuestiones con las cuales se enfrenta la sociedad brasileña actual, como la
violencia, la pobreza y los preconceptos raciales, a partir de la experiencia
vivida por su propia familia. Las
contribuciones de la cultura negra en la literatura, en la creación del samba, en el advenimiento de
la umbanda, en las escuelas de samba
y en los demás dominios artísticos son puestas en relieve y enfatizan la paradoja
expuesta por el escritor. O sea, una comunidad que imprime una vigorosa marca
de indentidad cultural de la nación, pero permanece
social y económicamente discriminada. Esa paradoja se junta a otra, no menos
aberrante: la persistencia del racismo en una sociedad que se torna cada vez
más mestiza desde el punto de vista étnico y que debería, en consecuencia,
favorecer la integración del negro y del mestizo. Al
respecto, Paulo observa que, según su modo de ver, a lo largo del último
siglo, la literatura histórica y sociológica idealizó la formación y el
desenvolvimiento de una democracia racial en el Brasil, sin detenerse en el
examen de la realidad que contradice tal construcción teórica o académica. En su último guión para la comedia musical -de la cual Lucía Murat está concluyendo la filmación en estos momentos, en
la favela carioca de Maré-,
el escritor deja entrever algunas de las situaciones ilustrativas de esa
utopía que será abordada en profundidad en la novela. La
entrevista que se transcribe a continuación se produjo en el Salón del Libro del barrio parisiense de
Montreuil, donde Ciudad de Dios fue el libro brasileño más vendido. Pregunta: ¿Qué
sucedió para que Ud. se apartara de la literatura? Paulo Lins: Me quedé con miedo de escribir el segundo libro. Eso
sucedió con muchos escritores. Es necesario considerar también que, a partir
de haberme involucrado con el cine y la tevé,
anduve viajando mucho para el lanzamiento de Ciudad de Dios (1997) en numerosos países, más de 30. Después, con
el estreno del film de Fernando Meirelles, en 2001,
la novela ganó nuevas ediciones y los compromisos me alejaron de la
escritura. Ahora no puedo posponer el retorno a la literatura. Casi dos hermanos fue el último guión
de largometraje que hice. Firmé contrato con la editora Planeta para escribir
la nueva novela y me voy a concentrar en su elaboración. Pregunta:
¿Cómo hará para que la experiencia en el tratamiento de imágenes
cinematográficas no interfiera en la creación literaria? Lins: Consigo separar. En la escritura literaria sólo pienso con
palabras. Las imágenes son,
preferentemente poéticas. Nací poeta, comencé a hacer poemas a los
seis años, sin saber escribir todavía. Yo le dictaba los versos a mi madre.
Por lo tanto, la fuerza de mi universo
imaginativo viene de las palabras. Cuando escribo no se me ocurren imágenes
de cine. Sin embargo, hay narrativas que son en sí películas. Pregunta: ¿En
qué se distingue la literatura del
cine? Lins: la literatura da más libertad que el cine. Usted puede decir lo
que el tipo está pensando, puede divagar. Ya
el guión, por cuestiones técnicas y por la propia naturaleza de la
creación audiovisual, que tiene que ser condensada, pone límites a su
imaginación. Pregunta:
¿Cuáles fueron las consecuencias de la celebridad literaria alcanzada? Lins: Quedar expuesto en los medios no me incomoda. La notoriedad
solamente me trajo cosas buenas, la alegría, la seguridad, la puerta abierta
–que antes me estaba cerrada en esa o en cualquier área- y, con eso, mi
visión del mundo se amplió. Tuve acceso a la clase media, comencé a convivir
con las elites, a ver con claridad las diferencias entre las clases sociales,
a saber lo que una piensa de la otra, lo que es casi siempre poco edificante. Pregunta:
¿El éxito lo transformó?, ¿Usted se
volvió blanco, rubio de ojos azules? Lins: Creo que quedé bonito, cosa que antes no era. En la imaginación de
las personas más entusiasmadas, yo me blanqueé, tal vez. Pero lo cierto y
verdadero es que continúo siendo un negro asumido, fiel a mis raíces, a mi
identidad afro-brasileña. Permanezco siendo un sujeto simple, conservo las
amistades que hice en la Ciudad de Dios
(i) . No
le di la espalda a la historia de los que, como yo, sufrieron y sufren
discriminaciones, las amarguras de la pobreza y de la marginación. Pregunta:
¿Cómo era su vida antes de Ciudad de
Dios? Lins: En la Facultad de Letras, yo escondía que vivía en la favela, tenía
vergüenza de decirlo. Caería mal. Me sentía aislado entre los compañeros,
había apenas otro negro en la facultad. Los compañeros gozaban de una condición social superior. Viajaban por
Europa, hablaban dos lenguas extranjeras, lo que agravaba mi sensación de
segregación, por ser negro y pobre, sensación que se atenuó cuando me afirmé
como poeta y buen alumno. Estudié con desesperación para llegar allá. Pregunta:
Llegó allá al transformar en novela el material para una tesis de
antropología... Lins: La profesora Alba Zaluar, de la Unicamp, quería que yo escribiese una tesis de
antropología sobre la Ciudad de Dios.
No acepté la propuesta. Quería, de verdad, hacer una novela. Ella me pidió
que escribiera un poema y lo sometió después al crítico Roberto Schwarz. Schwarz me llamó y fue
incisivo: tú ya eres un escritor, puedes escribir una novela. Basta concentrarse
y poner sentimiento en el texto. Ahí me tiré de cabeza. Pero primero fui
a leer novelas brasileñas y extranjeras con
ojo de escritor, y no de simple lector, a fin de aprender un poco de
las técnicas literarias, de cómo se articulan los elementos de una estructura
novelesca. José Lins (ii) fue el autor que más me
influenció. Ciudad de Dios tiene
una estructura tripartita, parecida con la de Fogo morto y adopté el mismo tono coloquial
de José Lins (do Rêgo). Pregunta: ¿Qué
deseas con tu literatura? ¿Transmitir un mensaje político, comprometerte con las causas sociales? Lins: Antes que nada, quiero ser artista, con toda la libertad para
tratar la espiritualidad, las emociones, las sensaciones de vida, todo eso con el sentido estético
inherente al arte. Si tú quisieras dar al arte una función social o política
precisa, deliberada, este perdería -en las exigencias o constricciones del
compromiso- la libertad, que es su
mayor valor. Ahora, como la historia lo ilustra, en las artes en general se pueden
perfectamente amalgamar los temas sociales y políticos, pues esos son
vectores de sentimientos, emociones, sueños, desilusiones, alegrías y
tristezas de la vida, cuyas transformaciones a la literatura, a la pintura, o
al cine y el teatro los recrean o anticipan. Lo esencial es que la obra de
arte sensibilice, enriquezca, haga a los seres humanos compartir sentimientos
exteriorizados por el autor y que, en general, corresponden a las
experiencias existenciales de cada uno. Pregunta:
¿cómo trabajas la cuestión de la violencia en tu literatura? Lins: Como el referente mayor de nuestra literatura novelesca era la violencia en el campo y no en la ciudad,
y se encontraba de preferencia en el Nordeste (iii), en razón de su pobreza
histórica, yo fui a estudiar a los grandes autores de esa región. Verifiqué
que los bandidos urbanos no se diferenciaban de aquellos personajes
descriptos por Jorge Amado (iv), Graciliano Ramos (v), José Lins
do Rêgo e
inclusive Guimarães Rosa (vi). La creación de los personajes de Zé Amaro -de José Lins en Fogo morto-, de Pedro Bala o Volta Seca, -de Jorge Amado,
en Capitães da areia-,
es igual igual que la de Zé
Pequeno en Ciudad
de Dios. Las épocas, las circunstancias y los lugares son diferentes,
pero las motivaciones de base son idénticas en la conformación del bandido
del sertão (vii) y de la favela: la rebeldía
ante la injusticia, ante la exclusión social. Lo mismo sucede en los
grandes clásicos de la literatura universal, basta leer a Dostoiesvski,
entre otros. Pregunta:
¿Cómo evalúa la contribución de la literatura de compromiso para el cambio de
mundo? Lins: La literatura y las artes en general pueden contribuir, trayendo
la luz a situaciones generadas por la miseria, por la violencia, por el
racismo, suscitando el debate en torno de las grandes cuestiones de la
sociedad, pero el resultado es todavía modesto. En el caso de Brasil, el
impacto duradero de las obras de Amado, Graciliano,
José Lins, del teatro de Augusto Boal, de la música de Chico Buarque,
contribuyó para el enriquecimiento de
la conciencia individual, pero no consiguió alterar la visión de las elites
sobre las perversiones que hacen de nuestro país una sociedad injusta.
Tenemos que continuar insistiendo en las artes, en los movimientos de ciudadanía,
con sus acciones de democracia directa, sin esperar que sólo el gobierno
opere las mudanzas necesarias. Me gustaría señalar la importancia de la
acción ejercida por el periodismo en este proceso de concientización
por la tolerancia y por la mayor interacción de las clases sociales. Nota: La siguiente entrevista a Paulo Lins fue publicada por Variedades, Diario Catarinense,
Brasil, con fecha 03-01-06.
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