Konvergencias, Filosofía y Culturas en Diálogo. ISSN 1669-9092 |
Número
10 Año III Octubre 2005 |
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RORTY
O LA FILOSOFÍA COMO GÉNERO LITERARIO (1) Adolfo
Vásquez Rocca (Chile)
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Rorty nació en Nueva York, en 1931. Fue profesor de filosofía
en la universidad de Princeton hasta que en 1983 renunció a su cátedra
de filosofía para ocupar el puesto de profesor de Humanidades en la
Universidad de Virginia y posteriormente el de Literatura
comparada en Stanford. Dicho cambio profesional, no es
ajeno a sus tesis sobre el papel de la filosofía. Rorty rechaza la filosofia como una búsqueda privilegiada
de fundamentos. En este sentido se sitúa, por una parte, en la línea
que entronca con el pragmatismo americano, especialmente en la tradición
de Dewey; por otra parte, en la línea de la filosofía postnietzscheana
de Wittgenstein y Heidegger que retoman el impulso poético como camino
a la reflexión y, finalmente, entronca con la crítica de filósofos como
Quine, Sellars y Davidson al esencialismo y al dogma del representacionismo. Richard Rorty parte en Contingencia, ironía y solidaridad (3) de la contingencia del
lenguaje, del yo y de la comunidad liberal. Basándose en la actitud
wittgensteiniana desarrollada por Davidson, Rorty afirma la historicidad
del lenguaje. El lenguaje y la cultura europea no son más que una
contingencia, en expresión de Rorty “el resultado de miles de pequeñas
mutaciones”.(4) En este contexto, para Rorty hay verdades porque hay
lenguajes. Para él la verdad es una propiedad de los enunciados, su
existencia depende de los léxicos, léxicos que no pueden ser sino
construcciones de los seres humanos. Según esto no poseemos una conciencia
prelinguística a la que el lenguaje deba ajustarse, no tenemos una percepción
profunda de cómo son las cosas, lo que tenemos es simplemente una disposición
a emplear el lenguaje de nuestros ancestros, a venerar los cadáveres de sus
metáforas. Rorty
propone así realizar una eliminación de la distinción entre géneros, pensar
el conjunto de la cultura, de las
ciencias exactas a la poesía como una actividad única, continua y
sin fisuras, en la que las divisiones sean sólo practicas, institucionales y
pedagógicas.(5) En el
concepto de Rorty no hay ni jerarquía ni diferencia radical entre las
disciplinas o géneros discursivos, tanto en las así llamadas humanidades como
en las ciencias positivas. Una y otra componen un todo de continuidad en el
cual es necesario poner la filosofía, la poesía, la novela , la crítica
literaria, la sociología, el ensayo , la mitología, la historia y las
ciencias en general, incluidas las ciencias matemáticas y naturales. Todo ello es ‘juego de lenguaje’ o de
prácticas sociales variadas y diversamente relacionadas. La
ciencia es un género literario y la literatura es un género de
investigación. Entre los enunciados de
hecho y los enunciados de valor no hay ninguna distinción absoluta e
independiente de acuerdos históricos y contextuales de los seres humanos, ni
tampoco entre la verdad y la ficción. Por ello
el que Rorty haya aceptado la solicitud de la Universidad de Stanford para enseñar
literatura comparada no constituye un cambio sólo académico, sino
fundamentalmente programático, una declaración de principios. Ya en la Universidad de Virginia enseñó, la mayor parte del tiempo
filosofía no-analítica (Nietzsche, Heidegger, Derrida, etc.) a estudiantes de
literatura que eran los que mayoritariamente leían sus libros. Lo mismo
es lo que pretende en Stanford. Allí realiza cursos sobre Nietzsche y
William James, uno sobre Heidegger y Derrida y otro sobre Foucault y
Habermas. Para Rorty no tiene mayor
relevancia el hecho de que le hayan llamado para ocupar un puesto en la
especialidad de literatura comparada y no en la de filosofía; como mucho
muestra el abismo entre la filosofía
no-analítica y la analítica en los departamentos de filosofía de las
universidades norteamericanas. Rorty ha sostenido en reiteradas ocasiones que la dedicación
a la literatura en muchos aspectos es más importante que la dedicación a la
filosofía. La
literatura es más importante en un aspecto muy concreto, esto es, cuando se
trata de conseguir un progreso moral.
La literatura contribuye a la ampliación de la capacidad de
imaginación moral, porque nos hace más sensibles en la medida en que
profundiza nuestra comprensión de las diferencias entre las personas y de la
diversidad de sus necesidades. La
filosofía es útil cuando se trata de resumir en principios los resultados de
la propia comprensión moral, pero no es de gran ayuda en la ampliación de
esta comprensión. Las reflexiones
filosóficas sobre cuestiones de moral no han contribuido mucho a la
eliminación de la esclavitud; al contrario de algunas narraciones sobre la vida de los esclavos. Sólo la literatura es capaz de narrar, en
ocasiones dramáticamente, el flujo de la vida, su ambigüedad. El poeta, el novelista –el narrador– renuncian al intento de
reunir todos los aspectos de nuestra vida en una visión única, de
redescribirlos mediante un único léxico.
La razón
literaria, en la medida en que es una razón estética, es una razón sensible
al sufrimiento del otro o, en
otras palabras, es una razón compasiva. Sin una
imaginación literaria no es posible conmoverse ante el mal. La educación
sentimental y literaria busca formar
individuos que sean capaces de indignarse ante el horror. La razón educativa
desde el punto de vista literario es una razón perturbadora, es una razón
sensible a la humillación del otro. Vivimos en un tiempo en el que la razón
instrumental (medios-fines) amenaza con imponerse. Esto todavía resulta más
relevante con la aparición de la moderna ciencia económica, que, junto a su
principal instrumento técnico, la estadística, se ha convertido en la ciencia
social por excelencia. La
realidad es inseparable de la ficción porque es inseparable del lenguaje o de
los lenguajes, de la palabra o de las palabras y de los silencios. La
realidad es inseparable de la ficción porque vivimos en un “mundo
interpretado”, un mundo que muda y acerca del cual realizamos múltiples
redescripciones. La
filosofía no hace más que mostrarnos la contingencia de nuestros relatos –el
hecho que dependen de prácticas sociales compartidas– y facilitar una
conversación con otros. Es más un
género literario, una novela en serie, que una disciplina que permita que sus
cultores accedan a una realidad que quedaría más allá de la historicidad de
las prácticas compartidas. La Ética se constituye como reflexión y disciplina precisamente porque la razón humana es
incierta, porque los seres humanos estamos con-viviendo en un mundo
interpretado, en un universo simbólico, en el que todo lo que hacemos y
decimos se eleva sobre un horizonte de provisionalidad. El
giro narrativo de la Ética propuesto por Rorty asume, pues, que no existe
ninguna instancia metateórica que legitime sus enunciados, ningún punto de
vista trascendental, ningún meta-léxico, ningún dogma que consiga escapar a
las figuras de las que nos servimos para construir sentido. Uno de los propósitos de Rorty es sugerir la posibilidad
de una utopía liberal: una utopía en la cual el ironismo, en el sentido
pertinente del término, sea universal. Una cultura postmetafísica no parece
más imposible que una cultura postreligiosa, e igualmente deseabl.(6) En esta utopía liberal la solidaridad humana no aparecería
como un hecho por reconocer mediante la eliminacion del “prejuicio”; o
yéndose a esconder a profundidades antes ocultas, sino, más bien, como una
meta por alcanzar. No se le ha de alcanzar por medio de la investigación,
sino por medio de la imaginación, por medio de la capacidad imaginativa de
ver a los extraños como compañeros en el sufrimiento. La solidaridad no se
descubre, sino se crea, por medio de la reflexión. Se crea incrementando
nuestra sensibilidad a los detalles particulares del dolor y de la
humillación de seres humanos distintos, desconocidos para nosotros. Una
sensibilidad incrementada hace más difícil marginar a personas distintas a
nosotros, pensando: “No lo sienten como lo sentiríamos nosotros”, o “siempre tendrá que haber sufrimiento, de modo que
¿por qué no dejar que ellos sufran?” Este proceso de llegar a concebir a los demás seres
humanos como “uno de nosotros”, y no como “ellos”, depende de una descripción
detallada de cómo son las personas que desconocemos y de una redescripción de
de cómo somos nosotros. Ello no es tarea de una teoría, sino de géneros tales
como la etnografía, el informe periodístico, los libros de historietas, el
drama documental y, especialmente, la novela. Ficciones como las de Dickens,
Oliver Schreiner, o Richard Wright nos proporcionan detalles acerca de formas
de sufrimiento padecidas por personas en las que anteriormente no habíamos
reparado. Ficciones como las de Henry James o Nabokov nos dan detalles acerca
de la crueldad de la que somos capaces y, con ello, nos permiten
redescribirnos a nosotros mismos. Esa es la razón por la cual la novela, el
cine y la televisión poco a poco, pero ininterrumpidamente, han ido
reemplazando al sermón y al tratado como principales vehículos del cambio y del
progreso moral. NOTAS (1) En el presente Ensayo
se recogen las notas de las clases dictadas por el Profesor Dr. Adolfo
Vásquez Rocca en el Seminario
de Postgrado “Rorty; ironismo liberal y giro narrativo de la Filosofía” durante el semestre
de primavera 2005 en el Instituto de Filosofía de la Pontificia Universidad
Católica de Valparaíso. (2)Ensayos relacionados del mismo autor: VÁSQUEZ ROCCA,
Adolfo, Rorty: pragmatismo, ironismo
liberal y solidaridad, En Revista de Filosofía del Derecho (RFD) Universidad
Carlos III de Madrid, Revista incorporada al directorio e índice del Sistema
Regional de Información en Línea para Revistas Científicas de América Latina,
España y Portugal (LATINDEX, www.latindex.org). Madrid (España, UE)http://www.filosofiayderecho.com/rtfd/numero8/vasquez.htm
En A Parte Rei 39, mayo de 2005, Revista
de la Sociedad de Estudios Filosóficos de Madrid. Y en Revista POLIS
de la Universidad Bolivariana, Número 011, Vol. (4), año 2005 / ISSN: 0717-6554. (3)RORTY, Richard, Contingencia, ironía y solidaridad,
Paidós, Barcelona, 1991. (4)RORTY, Richard, Contingencia,
ironía y solidaridad, Paidós, Barcelona, 1991, cap. 1 “La contingencia
del lenguaje”. (5)RORTY, Richard, Objetividad,
relativismo y verdad, Ed. Paidós, Barcelona, 1996. (6)RORTY, Richard, Contingencia, ironía y solidaridad,
Paidós, Barcelona, 1991, p. 18. |
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